ES095.20 Elogio
13d. Elogio a Adela
[095/20] Elogia a la Doncella del Burgo
Sí, camarada de lejos. Miles ya han venido, y aún más están en camino.
¿Por qué? Vienen a honrar la sabiduría de Adela.
Ciertamente, ella es soberana entre nosotros, pues siempre fue la primera.
Oh muro
[1] — ¿para qué servirían? Su camisa es de lino, su túnica de lana, que ella misma hiló y tejió. ¿Qué podrían añadir [096] para realzar su belleza? No perlas, pues sus dientes eran más blancos. No oro, pues su cabello brillaba más. No joyas, pues sus ojos, aunque suaves como los de un cordero, resplandecían tanto que uno apenas se atrevía a sostener su mirada.
¿Pero qué parloteo de belleza? Seguramente Frya misma no era más hermosa. Sí, camarada. Frya, que tenía siete dones de belleza, de los cuales sus hijas ganaron cada una solo uno, o tres a lo sumo. Sin embargo, incluso si fuera poco agraciada, Adela no habría sido menos querida por nosotros.
¿Era heroica? Escucha, camarada. Adela era la única hija de nuestro alguacil, medía siete pies de altura, y aun así su sabiduría era mayor que su estatura — y su coraje era como ambas combinadas.
¡Mira! Una vez hubo un incendio de turba, y tres niños se habían subido a una lápida para escapar. Soplaba un viento terrible. Gritaban y sus madres estaban desesperadas. Entonces llegó Adela, gritando: "¿Por qué se quedan ahí temblando? ¡Intenten ayudarlos y Wralda les dará fuerza!" Se apresuró hacia el bosque, agarró unos troncos de aliso [097] para construir un puente. Entonces los demás vinieron a ayudar y los niños fueron salvados.
Cada año, los niños volvían aquí a poner flores. Una vez, tres marineros fenicios andaban por ahí y trataron de acosarlos. Pero Adela oyó sus gritos y vino. Dejó inconscientes a los acosadores y, para enseñarles qué hombres indignos eran, los ató todos juntos a una rueca. Sus amos extranjeros vinieron a buscarlos y, al ver cómo habían sido humillados, se enfurecieron. Pero les contamos cómo había sucedido. ¿Y qué hicieron entonces? Se inclinaron ante Adela y besaron el borde de su túnica.
¡Pero ven, camarada lejano! Los pájaros del bosque huyen de los muchos asistentes. ¡Ven camarada, para que puedas oír su sabiduría!
Cerca de la lápida mencionada en el elogio, fueron enterrados los restos de mi madre. Y sobre su propia lápida, estas palabras fueron escritas: "No pases demasiado aprisa, pues aquí yace Adela".